El pasado jueves 30 de octubre, el Hotel Sheraton Miramar fue escenario de la última cena de maridaje del año junto a Andes Blend. Un encuentro de cinco tiempos y vinos de alta gama que recorrió los sabores de Chile de norte a sur, acompañado por el sonido del mar y una puesta de sol que se robó la noche.
El pasado jueves 30 de octubre, el Hotel Sheraton Miramar fue escenario de la última cena de maridaje del año junto a Andes Blend. Un encuentro de cinco tiempos y vinos de alta gama que recorrió los sabores de Chile de norte a sur, acompañado por el sonido del mar y una puesta de sol que se robó la noche.
Cuando cae la tarde en el Sheraton Miramar, el mar se vuelve dorado y todo parece estar en calma. Con ese escenario como telón de fondo, Andes Blend y el hotel viñamarino se unieron una vez más para cerrar el 2025 con una propuesta primaveral, llena de frescura, carácter y elegancia. Fue la segunda cena que realizan juntos, y también la última del año, en un formato de cinco tiempos con maridaje que destacó por su atención personalizada y una selección de vinos premiados y reconocidos internacionalmente.

El inicio fue una flor de locos impregnados en maqui sobre semillas y mayonesa alimonada, acompañada por un Tatie Extra Brut Rosé, elaborado con método tradicional. Refrescante, ligero y con ese tono rosado que anuncia el verano. Y no es un vino cualquiera: fue catalogado como el mejor vino de Sudamérica por una revista inglesa, y en copa se entiende por qué.
Le siguió un tiradito de robalo con vivos de limón sobre focaccia y queso de cabra, acompañado por Andes Plateu 700 Chardonnay, reconocido como Mejor Descorchado. Un plato ligero y fresco, con una estructura de sabores que anticipaba lo que vendría.

Y lo que vino fue simplemente espectacular. El segundo tiempo fue, sin duda, el favorito de la noche: un tartar de res curado con emulsión de ajo negro y mayonesa trufada sobre slices de papa crocante, junto a un Heru Pinot Noir. Un plato que no solo estaba exquisito, sino que podría pelear el título del mejor tartar que he comido en mi vida. El Heru, con sus notas de frutos rojos, acompañó de manera perfecta la intensidad de la carne y la trufa. Personalmente, mi vino favorito de la noche.
El tercer tiempo fue pura sofisticación… Cappelletti relleno con farsa de pato ahumado, cremoso y espuma de papa camote, vivos de naranja y espuma de cacho de cabra, junto a El Incidente de Viu Manent, otro de los grandes momentos del maridaje. Mi acompañante —mi papá, un conocedor de vinos— quedó completamente fascinado con este tinto, elegante y profundo.

Después llegó el plato principal: asado de tira braseado por ocho horas con salsa de pisco y miel, acompañado de una deconstrucción de charquicán a la chilena, y maridado con Neyen, proveniente de una viña orgánica. Intenso, redondo y con ese toque local que lo hacía sentir como un homenaje a la cocina nacional.
Y para cerrar con broche de oro, disfrutamos de una panacota de leche de cabra con insert gelificado de papaya y salsa de manjar, junto a un Tololo Blue 40° Dulce del Valle de postre. Un final dulce, elegante y con un guiño al norte, perfecto para despedir la noche.

La experiencia completa fue un recorrido por Chile en cinco tiempos, con vinos que reflejan lo mejor del país y una cocina que mezcla técnica, producto y emoción. Todo acompañado de música en vivo, un servicio impecable y una vista que, cuando cae el sol, parece una pintura.
Un cierre de año redondo, con sabor a verano, mar y vino.