"Cuando era niño tenía una manera muy divertida de caminar. Me contoneaba un poco y eso me hacía ser muy homófobo porque pensaba que si eso me convertía en gay iba a estar maldito para la eternidad", explica Martin.

"Yo no sabía si lo era o no, solo que no podía serlo porque estaba mal. Aquello me creó una terrible confusión interna y empecé a preocuparme de verdad. Entonces, cuando cumplí los 15, empecé a decirme que si era gay todo iba a estar bien. Y de repente todo paró de la noche a la mañana. Fue muy interesante: todo cambió desde el momento que asumí que no pasaba nada si era gay", afirma.